lunes, 13 de abril de 2009

Encontrando el marco

En alguna ocasión me creí inteligente... pero me encontré a mí mismo.

Decepcionante, por cierto, pero constructivo.

Ayuda a la incipiente comprensión, esa sacudida casi brutal que invade y siembra pena por uno mismo, y que deja cierta paz al retirarse.

Como todos los espasmos, busca desatar algo, y huye si lo consigue.

Como el peor momento de una fiebre, resulta inmanejable hasta que, ya languideciente, nos devuelve el control.

Y lo que queda es una verdadera novedad.

Sea fiebre, o auto-conocimiento, no importa tanto a cuánta profundidad caímos, sino cuánto somos capaces de levantarnos.

Un golpe contra la propia estupidez, como la agonía del descontrol sobre el propio cuerpo que hierve, pero es sacude temblando por el frío que nace desde dentro, es una puerta cerrada que parece que ha de atravesarse así como se encontró.

Y, hasta donde me ha tocado, las puertas y mi estupidez son soberanamente rígidas.

Si la ocasión favorece al alumno, tocan golpes menores, sacudidas leves.

Si la ocasión es de las que arrastran profundidad, de las que buscan que uno haga gala de comprensión, de esas que parecen obras de teatro para hacer lucir al personaje en toda su hidalguía... la hoja de la puerta se hace pared, el temblor parece merecer acompañarse con agonía, el trance hace a cada instante eterno... y un eventual asomo de comprensión aparece como el amanecer tras una noche de seis meses.

Es buena entonces la noción de haber entendido algo, de saber más de la propia ignorancia, de ser algo más honesto con la propia medida.

Es bueno aprender a hacer distancia con la mano al mirar el pulgar, y así mantener algo de la perspectiva que aadmite que no soy el centro ni la medida de las cosas.

Y no es porque sea frecuentemente consciente de esto.
Es más bien por la infrecuencia con que caigo (otra vez) en la cuenta, que este "ponerme en mi lugar" me sienta realmente bien.

lunes, 6 de abril de 2009

Si se siente mal ...

Cuando te parece que está mal, ESTA MAL.

Más allá de las presuntas verdades absolutas.

Si se siente mal es que algo anda mal.

Solemos tener la pretensión soberbia de gritar a la cara de nuestra contraparte un oportuno "ES QUE NO PODES COMPRENDER QUE LAS COSAS NO SON ASI" en la notable situación de estar callando un "PORQUE SON COMO YO LAS INTERPRETO". 

Incluso puede que ni lo calle.

Sin hablar de soberbia, que trae la sensación de enfrentamiento que me gustarìa dejar de lado, podrìa intentar con ceguera, obcecación y otras lindezas que, creo, tampoco ayudan.

Me gusta màs la idea de llamar la atención sobre algo que parecìa obvio, y no veo por què habrìa de mantenerse como algo seguro: LA CONTRAPARTE.

Lo que hace que exista una contraparte, asumo, es algùn tipo de enfrentamiento.
Arrancando la rueda de nuevo, empezarìa por: "COMO DEJÈ QUE ME ENCERRARAN EN UN JUEGO de enfrentamientos si insisto en que no me interesa"?

Viene a ayudarme esta parrafada. Justamente estoy haciendo el intento de esquiva el bulto, dejar pasar al toro, admitir que busca toparme, y aùn sabièndolo hallar la manera de mantener mi propio equilibrio en la vereda en que no pueda alcanzarme.

Seguramente de no haber sufrido una embestida (menor, pero molesta, como todas) esto ni existirìa.

Lo cual es otra tranquilidad.

Uno acepta reconocer que sangra por la herida pero reniega por no derramar làgrimas.
Si la tormenta no me interesa, se considera buen tiempo.

Lo que màs me gana de este tema es notar que, si bien me enoja la situación, el ejercicio de "esquivo y pasa" sumple con su función.

La bestia pierde interès cuando no ve a quièn enfilar.
Yo no oigo barbaridades que no me interesan.
Y se hace el silencio, que es (supongo que tanto como la muerte) un final digno para situaciones insostenibles.

Y vuelve la paz.

Con algunos movimientos de tierra, como èste. Con el rumiar del "por què no podrà hacer silencio" cada vez màs lejano.

Y la paz me gana

...

Tiene que ver con las primeras líneas.

Cada cual lleva adelante su vida en base a lo que interpreta.

Incluso cuando se deja llevar por la opinión ajena, pasa por la interpretación que hace del valor de la palabra ajena, contrapuesto con el de la propia, con las opiniones sin formar, con el juicio vacilante, con la inseguridad que otorga a otros el papel de comandante de las propias elecciones.

No me gusta elegir lo que no me convence.
Y cuando lo elijo, sè que es por algo que, de momento, está un punto por encima de mis preferencias. Puede ser el deseo de dar al otro su oportunidad de mostrarme otra verdad, la curiosidad por verificar la verdad ajena, una renuncia en nombre de evitar más discusión sobre algo que no lo merece.

Y en esos términos, conociendo incluso que puede ser una negación de las opciones que tomaría en otro momento, sigue siendo mi elección.

Siempre que negándome pueda cambiar el camino, y que acepte màs o menos conscientemente, seguirá siendo MI ELECCIÓN.

Y no se trata del orgullo de renegar y porfiar para decir que me salgo con la mìa.

Al contrario.

Se trata del reconocimiento de la responsabilidad sobre los propios actos.

Parece sencillo y, casi, válido, declamar que el camino elegido no era evitable porque las cosas estaban dadas de tal modo que "DEBIA ELEGIR ESE CAMINO".

Sólo que, simple y sencillamente, no suele ser cierto.

No tiene opción quien se debate entre la vida y la muerte.
No llega a elegir quien fue minado en su voluntad.
Le quedan pocas opciones a quien ha pasado de una dieta magra al hambre.

Sin embargo, quienes se esconden tras la ausencia de responsabilidad son presonajes mucho más cómodos, con demasiadas opciones, peor aún, muy llenos de viejas promesas entregadas al costo de favores previos, con miles de alternativas entre las cuales elegir libremente a cada paso.

Es cierto que en sus primeros pasos la avaricia y el deseo de poder los ha encandilado, que no han visto cómo los flautistas se encargaban de encauzar a ratas de su tipo, y fue incapaz de notar que, como él, como ella, cantidad de otros creídos merecedores de los favores de las diosas de la fortuna se transformaban en esbirros de quienes, con más orden, formalidad y crudeza, detentaban el poder real y lo fortalecían gracias a su bailar estupidizado al son de halagos y grandes migajas.

Los flautistas compran pueblos.
Las ratas los arrasan para ellos.
Los pueblos, y los pobladores, busca el camino para no sucumbir a sus vaivenes.

Y lo que se siente mal, ESTÁ VERDADERAMENTE MAL.

Molesta ver desfilar a las ratas.
Saca de quicio la oferta con sonido a estafa de los flautistas.

Uno ve, oye, siente, y hasta consigue hacer un pequeño recuento de cuántas veces el paseo de las ratas, en sus idas, como en sus regresos, ha ido socavando las reservas.

Uno lamenta, reniega, de las reapariciones de los flautistas que propagan a viva voz las bondades de su gestión.

Y en lo grande, como en lo pequeño, las historias toan carices similares.

Lo que en una rencilla personal hizo surgir la convicción de que la mejor manera de evitar ser víctima es no participar en contiendas poco convincentes, se hace presente en esta guerra sin declaraciones que busca incorporarnos sin haber pactado costso ni premios.

Sólo un atisbo de civismo y descarnada cobardía (quizá el temos a que todos hagan lo que uno) se hace presente para solicitar que separemos la paja del trigo, si lo hay, y llama la atención sobre el peligro de dejar pasar por la vereda de enfrente a todos los carruajes, sin notar en cuál de ellos viaja el cadáver de nuestras ilusiones.

Volvemos a las elecciones, a la responsabilidad incluso por las omisiones, y al deseo de, mínimamente, estar notificados del deceso de las que nos corresponden.

Elección, en mi caso, es no violencia, no puño alzado, no reclamo en el camino de aprovecharme (a sabiendas, al menos) de lo que pueda estar quitando a otros.

En mi caso, como he aprendido de otros muchos, es camino sin enojos ciegos, es paso tras otro paso, es palabra tranquila al oído exaltado, es palabra tierna a la piel sufrida, es paz aún con miedo, es valor del pequeñito (del que puedo) con el orgullo de que mañana será algo más que hoy,

Estamos en las verdades relativas.

Me enojó un contrapunto de acitudes soberbias en el cual lo único claro era la diferencia de puntos de vista.

Y que lo que se siente mal en lo íntimo, definitivamente, tal como molesta, es algo que está mal.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Harto no basta... Primeros pasos

Suena casi violento, pero es de las cosas más obvias: no es suficiente con estar molesto.

En realidad, y por no quedarme corto con las ideas antes de haber comenzado, tampoco alcanza con estar satisfecho, ni feliz.

No se trata de un cubo, no hay caras opuestas que exhibir para demostrar que el argumento tiene un centro.

Más bien, se me ocurre que es una superficie escamosa, que parece ofrecer una referencia, compuesta de diferentes (aunque no tan disímiles) piezas que buscan, simplemente, mantenernos alejados.

Ohh..... Sospecha.... Si surge la posibilidad de alejarse... significa que existe algún tipo de proximidad inquietante.

Alguna característica atractiva se esconde de nosotros, o es escondida por alguien.... Y esa superficie que vamos descubriendo imperfecta, aunque coordinada, empieza a ofrecer la prueba de una voluntad dedicada a obtener para nosotros la ignorancia de... De qué??

Recomencemos el recorrido, para verificar no habernos perdido entre las palabras.

Harto no es suficiente: en mis términos, se refiere a la sensación de estar saturado de algo, de modo que, más allá de la posibilidad de haber creído inicialmente en ese algo, creyéndolo bueno o malo, agradable o detestable, llamativo o indiferente a nuestra pecepción, hemos llegado al punto en que nos ha cansado, se ha excedido en su rol, superó la medida de lo aceptable, y se sitúa exactamente en el lugar de lo que desearía ver desaparecer, en la ilusión de así sentirme mejor.

Suena tonto. Se percibe tonto, Quizás sea... O quizás necesite (como me gusta dibujarlo) ser analizado desde una perspectiva más amplia (día de palabritas ampulosas éste), para tener uno, dos, tres niveles del juego a la vista... Como haría un buen jugador de estrategia: sea ajedrez o ta-te-ti (tres en línea), damas (de todas las nacionalidades) o diálogo simple y puro.

A ver: si siena tonto, puede que, además de tonto, sea poco comprensivo.

Primer punto: qué es lo que harta? Qué es lo que cansa? (Primer paso, levemente al costado, y amplio hacia atrás).
El hartazgo es casi el final de un ciclo (y probablemente, el centro de otro, y hasta el inicio de un tercero).
La oquedad interior que provoca repetir algo hasta que pierde el sentido, como ocurre con una palabra que nace al pensamiento con un significado, pero lo pierde sin que comprendamos dónde o cuándo ha ocurrido si dejamos al animal interior formar un círculo verbal y encerrarnos en él.

Entonces: lo que harta es el sinsentido. La repetición de algo que nos era indiferente, lo ha elevado a la categoría de algo presente, consciente en mayor o menor medida.

Me refiero a ser consciente de algo, a percibirlo, aún sin consentir (ahora hablo de aceptar) .

Para recuperar los pasos: Comencé harto de algo, saturado, sin tener claridad del hecho, y voy comprendiendo que, en parte, soy responsable por no haberlo analizado, no haber sabido poner los pies fuera del círculo (realmente vicioso) que permite que lo que me molestaba se oculte en la rutina de ser ignorado.

Suena rebuscado, pero es la historia de un día normal: algo me molesta, está mal visto reaccionar con una negativa rotunda a algo que aún no tiene tanta importancia.
Así funcionan las leyes. No puedo reclamar que, de avanzar sin frenar, porque creo que no está atento, un conductor distraído probablemente me dañará.
Debo ignorar sus causas, actuar a la defensiva, planear evasivamente, para que su distracción no cruce mi camino, y su camino no me deje accidentado.
Decido ignorar el tema, porque nada parece aportar al tema mi molestia interior, hasta que me cansa el esfuerzo.
Lo mismo si toca esforzarse en el trato diario.
Y se repite con el maltrato de las esferas de poder, que me obligan a mecerme como un alga, al son de sus pretenciones, sus caprichos, sus negocios, vanidades, vicios, y violencia para con quienes no tienen más remedio que dejarlos actuar.

Ya estamos cansados de algo que va asomando a la conciencia.
Y el rayo de luz que creía que iluminaría la comprensión, inicia a la vez una revulsión interna contra esto, ya más concreto, contra lo que sé de antemano que no puedo pelear (no al menos si deseo mantener los escasos privilegios que creo disfrutar).
Comienzo a discutir en mi fuero interno cuándo creí que mi posición fuera en algo ventajosa, y con respecto a qué.
Sé (porque aún no ha pisado el subsuelo de la estupidez) que hay quienes están muchísimo peor en miles de aspectos, que lo sufren más injustamente... que hay quienes (por millones) están al borde de la inanición, y otros tanto que ya lo han superado y dejaron este lugar...
Comienzo a discutir conmigo qué es lo que me hizo pensar en sostener esto, sus condicionamientos, sus exigencias, al punto de cuasi negar lo negativo, las víctimas.

No basta: Cuando la causa se encierra en sí misma, cuando el río no desemboca, cuando el silencio se acrecienta, surgen los vicios en la conducta, los ríos subterráneos, la violencia interior sin destinatario a la vista.

La negación, al mejor estilo del big-bang, provoca una explosión difícil de controlar, en un momento difícil de prever, con un alcance inimaginable, más allá de futuras calmas y subsiguientes tormentas.

La negación, al mejor estilo de una batería que se recarga a sí misma, se repite en su accionar.

Pero tampoco los desplantes sin concierto ni control resuelven la causa primigenia: no aumentan la comprensión del problema, ni revierten sus consecuencias, a la vez que transforman el hartazgo en una herida labrada con la daga de la comprensión a medias.


...


Hora de dar otro paso, de poner otro nivel de distancia enre nosotros y el efecto, buscando abarcar algo que, hasta acá, parece sonar como música de fondo, confundido por las propias palabras.

De qué estaba hablando? Qué es lo aún no nombrado que flota en todo lo dicho?
........ la acción ........

Llegué del hastío a la conciencia de una causa, y en el dolor de notarla genneré alguna reacción, pero me asaltó la noción de estar en un camino perdidoso.
una reacción desmesurada, descontrolada, mal dirigida, es una acción que no me satisface.
Aquí, por primera vez, me animaría a habla de CONCIENCIA.
Ahora sí CONSENTIRÍA con gusto en ver con más detenimiento las causas "reales" que han conseguido tanta reacción ignorante de orígenes y destinos.

Empezaría por ver que, en la raíz de estas cadenas, siempre hay personas.
Aún no me animo a alejarme otro paso... Creo que no tengo la habilidad para ver esto desde más lejos.
Sin embargo, no pienso detenerme a enjuiciar la naturaleza humana, sus vicios y justificaciones, mis miedos y traiciones.
Sí iniciaría la gimnasia con una aceptación de las reglas de juego al viejo estilo: no me quedaré en tu camino por ver si me atropellas, porque no perderé el tiempo en la tonta ilusión de reclamarte haberme dañado.
Sólo que ahora cambió el nivel de juego, porque conozco un infinitésimo más del qué y el cómo me siento.
Y estoy más lejos del hartazgo, simplemente por no haberme humillado incondicionalmente a repetición con lo que no deseaba ver.
Es cierto que aún se ve poco, aún se soportan cosas, aún se está en riesgo, pero todo ocurre en un universo más comprensible.

El paso siguiente... el paso que sigue, quizás sea algo más esotérico, más relacionado a creencias superiores, a destinos por cumplir, a creencias que aunar.
Quizás, incluso, haya varios pasos, más pequeños, o con más sustancia, que deban nacer de lo íntimo antes de ofrecer algo de luz.

Felices próximos pasos.