Cuando te parece que está mal, ESTA MAL.
Más allá de las presuntas verdades absolutas.
Si se siente mal es que algo anda mal.
Solemos tener la pretensión soberbia de gritar a la cara de nuestra contraparte un oportuno "ES QUE NO PODES COMPRENDER QUE LAS COSAS NO SON ASI" en la notable situación de estar callando un "PORQUE SON COMO YO LAS INTERPRETO".
Incluso puede que ni lo calle.
Sin hablar de soberbia, que trae la sensación de enfrentamiento que me gustarìa dejar de lado, podrìa intentar con ceguera, obcecación y otras lindezas que, creo, tampoco ayudan.
Me gusta màs la idea de llamar la atención sobre algo que parecìa obvio, y no veo por què habrìa de mantenerse como algo seguro: LA CONTRAPARTE.
Lo que hace que exista una contraparte, asumo, es algùn tipo de enfrentamiento.
Arrancando la rueda de nuevo, empezarìa por: "COMO DEJÈ QUE ME ENCERRARAN EN UN JUEGO de enfrentamientos si insisto en que no me interesa"?
Viene a ayudarme esta parrafada. Justamente estoy haciendo el intento de esquiva el bulto, dejar pasar al toro, admitir que busca toparme, y aùn sabièndolo hallar la manera de mantener mi propio equilibrio en la vereda en que no pueda alcanzarme.
Seguramente de no haber sufrido una embestida (menor, pero molesta, como todas) esto ni existirìa.
Lo cual es otra tranquilidad.
Uno acepta reconocer que sangra por la herida pero reniega por no derramar làgrimas.
Si la tormenta no me interesa, se considera buen tiempo.
Lo que màs me gana de este tema es notar que, si bien me enoja la situación, el ejercicio de "esquivo y pasa" sumple con su función.
La bestia pierde interès cuando no ve a quièn enfilar.
Yo no oigo barbaridades que no me interesan.
Y se hace el silencio, que es (supongo que tanto como la muerte) un final digno para situaciones insostenibles.
Y vuelve la paz.
Con algunos movimientos de tierra, como èste. Con el rumiar del "por què no podrà hacer silencio" cada vez màs lejano.
Y la paz me gana
...
Tiene que ver con las primeras líneas.
Cada cual lleva adelante su vida en base a lo que interpreta.
Incluso cuando se deja llevar por la opinión ajena, pasa por la interpretación que hace del valor de la palabra ajena, contrapuesto con el de la propia, con las opiniones sin formar, con el juicio vacilante, con la inseguridad que otorga a otros el papel de comandante de las propias elecciones.
No me gusta elegir lo que no me convence.
Y cuando lo elijo, sè que es por algo que, de momento, está un punto por encima de mis preferencias. Puede ser el deseo de dar al otro su oportunidad de mostrarme otra verdad, la curiosidad por verificar la verdad ajena, una renuncia en nombre de evitar más discusión sobre algo que no lo merece.
Y en esos términos, conociendo incluso que puede ser una negación de las opciones que tomaría en otro momento, sigue siendo mi elección.
Siempre que negándome pueda cambiar el camino, y que acepte màs o menos conscientemente, seguirá siendo MI ELECCIÓN.
Y no se trata del orgullo de renegar y porfiar para decir que me salgo con la mìa.
Al contrario.
Se trata del reconocimiento de la responsabilidad sobre los propios actos.
Parece sencillo y, casi, válido, declamar que el camino elegido no era evitable porque las cosas estaban dadas de tal modo que "DEBIA ELEGIR ESE CAMINO".
Sólo que, simple y sencillamente, no suele ser cierto.
No tiene opción quien se debate entre la vida y la muerte.
No llega a elegir quien fue minado en su voluntad.
Le quedan pocas opciones a quien ha pasado de una dieta magra al hambre.
Sin embargo, quienes se esconden tras la ausencia de responsabilidad son presonajes mucho más cómodos, con demasiadas opciones, peor aún, muy llenos de viejas promesas entregadas al costo de favores previos, con miles de alternativas entre las cuales elegir libremente a cada paso.
Es cierto que en sus primeros pasos la avaricia y el deseo de poder los ha encandilado, que no han visto cómo los flautistas se encargaban de encauzar a ratas de su tipo, y fue incapaz de notar que, como él, como ella, cantidad de otros creídos merecedores de los favores de las diosas de la fortuna se transformaban en esbirros de quienes, con más orden, formalidad y crudeza, detentaban el poder real y lo fortalecían gracias a su bailar estupidizado al son de halagos y grandes migajas.
Los flautistas compran pueblos.
Las ratas los arrasan para ellos.
Los pueblos, y los pobladores, busca el camino para no sucumbir a sus vaivenes.
Y lo que se siente mal, ESTÁ VERDADERAMENTE MAL.
Molesta ver desfilar a las ratas.
Saca de quicio la oferta con sonido a estafa de los flautistas.
Uno ve, oye, siente, y hasta consigue hacer un pequeño recuento de cuántas veces el paseo de las ratas, en sus idas, como en sus regresos, ha ido socavando las reservas.
Uno lamenta, reniega, de las reapariciones de los flautistas que propagan a viva voz las bondades de su gestión.
Y en lo grande, como en lo pequeño, las historias toan carices similares.
Lo que en una rencilla personal hizo surgir la convicción de que la mejor manera de evitar ser víctima es no participar en contiendas poco convincentes, se hace presente en esta guerra sin declaraciones que busca incorporarnos sin haber pactado costso ni premios.
Sólo un atisbo de civismo y descarnada cobardía (quizá el temos a que todos hagan lo que uno) se hace presente para solicitar que separemos la paja del trigo, si lo hay, y llama la atención sobre el peligro de dejar pasar por la vereda de enfrente a todos los carruajes, sin notar en cuál de ellos viaja el cadáver de nuestras ilusiones.
Volvemos a las elecciones, a la responsabilidad incluso por las omisiones, y al deseo de, mínimamente, estar notificados del deceso de las que nos corresponden.
Elección, en mi caso, es no violencia, no puño alzado, no reclamo en el camino de aprovecharme (a sabiendas, al menos) de lo que pueda estar quitando a otros.
En mi caso, como he aprendido de otros muchos, es camino sin enojos ciegos, es paso tras otro paso, es palabra tranquila al oído exaltado, es palabra tierna a la piel sufrida, es paz aún con miedo, es valor del pequeñito (del que puedo) con el orgullo de que mañana será algo más que hoy,
Estamos en las verdades relativas.
Me enojó un contrapunto de acitudes soberbias en el cual lo único claro era la diferencia de puntos de vista.
Y que lo que se siente mal en lo íntimo, definitivamente, tal como molesta, es algo que está mal.
lunes, 6 de abril de 2009
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